Inmortal celeste, de ornado trono,
dolotrenzadora, Afrodita, atiende:
no atormentes más con pesar y angustias
mi alma, señora,
sino ven aquí, si mi voz de lejos
otra vez oíste y me escuchaste
y dejando atrás la dorada casa
patria viniste,
tras uncir el carro: gorriones lindos
a la negra tierra tiraban prestos
con sus fuertes alas batiendo el aire
desde los cielos.
Y llegaron pronto, y tú, dichosa,
con divino rostro me sonreías
preguntando qué me pasaba, a qué otra
vez te llamaba
y que qué prefiero que en mi alma loca
me suceda ahora: «¿A quién deseas
que a tu amor yo lleve? Ay dime, Safo,
¿quién te hace daño?
Pues, si huyó de ti, pronto irá a buscarte;
si aceptar no quiso, dará regalos;
te amará bien pronto, si no te ama,
aun sin quererlo».
Ven también ahora y de amargas penas
líbrame, y otorga lo que mi alma
ver cumplido ansía, y en esta guerra,
sé mi aliada.
Safo (c. 600- ? a.C.): Poetisa griega nacida en la isla de Lesbos, pocos detalles nos han llegado sobre su vida. Sabemos que era miembro de una familia adinerada. Muchas leyendas circulan sobre su vida, sobre un matrimonio y un hijo, e incluso una leyenda sobre su suicidio por un rechazo amoroso (esta teoría está descartada ya que la propia poetisa escribe poemas refiriéndose a sí misma como anciana). Una de las razones de la fama de esta escritora es su inclinación homosexual, afirmando que sentía atracción sexual por las mujeres.
La poesía de Safo se caracteriza por su dicción, por una perfección formal, intensidad y emoción. Platón llego a referirse a ella como la décima musa.
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